El buen trato se aprende en familia

Durante las últimas reuniones de apoderados se reflexionó sobre el buen trato, y nos parece oportuno dejar ese texto para lectura de toda la comunidad.

“El buen trato es aquella forma de relación que se caracteriza por el reconocimiento del otro como legítimo otro, por la empatía, por la comunicación efectiva, por la resolución no violenta de conflictos y por el adecuado ejercicio de la jerarquía. Este tipo de relaciones promueven el bienestar y el óptimo desarrollo de las personas. A su vez, la reciprocidad en dichas relaciones es condición para generar contextos bien tratantes.

El buen trato en las relaciones y especialmente en los niños/as pequeños no significa sólo la ausencia de situaciones de maltrato, esta es una relación que se basa en una profundo sentimiento de respeto y valoración hacia la dignidad del otro(a).

El buen trato se caracteriza por el uso de la empatía, que permite entender y dar
sentido a las necesidades de los demás, la comunicación efectiva entre las personas que ayuda a conocerse y compartir las necesidades, la resolución no violenta de conflictos y un adecuado ejercicio de la jerarquía y del poder de las relaciones.

Los adultos significativos son claves al momento de fomentar conductas de buen trato por la influencia que tienen en el desarrollo de la identidad, en sus hábitos de vida, en sus formas de expresar sus afectos y relacionarse con los demás, modelando formas básicas de interactuar con otros, de resolver conflictos, de desarrollar conductas de auto-cuidado, entre otros. Estos adultos son, en edad temprana, los/as profesores/as y, fuertemente, los padres.

La relación que se establece con los padres, basada en el cariño y el respeto, es un vínculo intensamente significativo y protector frente a futuras situaciones complejas, propias del desarrollo de los hijos.

En tiempos actuales se ha amplificado la preocupación por el aumento de conductas que atentan contra el buen trato entre los jóvenes del país, y por la aparición más temprana de estas conductas. Los invitamos a revisar los factores protectores con que una familia puede fomentar en sus hijos el buen trato, la sana convivencia y la resolución pacífica de los conflictos.

Toda familia es protectora por el solo hecho de generar lazos de afecto; cada una tiene su sello particular, su dinámica y estilo propio. La historia de la familia, la forma de demostrar el cariño, los valores que transmite, etc., constituyen la identidad, y la identidad de una familia es protectora en la medida que podemos reconocerla, apreciarla y nutrirnos de ella.

Es posible potenciar estos factores protectores identificados en nuestra familia, y desarrollar otros que ayuden a hacer más preventiva la relación familiar y enriquecer la forma en que los niños y jóvenes se relacionan con sus compañeros y amigos”.

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